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Lo primero deciros que la Navidad para mí ha sido muy feliz. He estado
rodeado de los predilectos de Jesús. No llegábamos a treinta personas,
gente sencilla de nacionalidades diferentes.
La Noche Buena presidió y predicó Mauro, mi compañero italiano. Nos
recordó que la Encarnación es la gran locura de Dios, locura de amor sin
medida, que entra en nuestra historia frágil como un niño chico necesitado
de todo, y esa locura lo llevó a la cruz, para abrirnos definitivo el camino de
la entrega y del amor. Ni la guerra ni las armas tienen la última palabra, nos
recordó, sino la que trae el Príncipe de la Paz. Y nos invitó a la alegría, más
allá de toda razón, una alegría loca.
La mañana del 25 también fue muy entrañable. Compartí "La historia de
La Palabra encarnada" en las cinco etapas o capítulos que magistral,
pedagógicamente explica nuestro querido Jose Luis Sicre. (Él ya sabe que su
material me ayuda en mi tarea evangelizadora). Creo que logré adornarla con
detalles concretos de la vida cotidiana de aquí, y hasta los más pequeños
siguieron el relato con la boca abierta. El mensaje pasó. Ahora toca que esa
Palabra, la de Dios, tome carne en nosotros, para que seamos sus testigos,
luz entre los hermanos musulmanes, y no sucumbamos al desaliento de las
dificultades diarias. Si no se nos reconoce tampoco la Palabra fue
reconocida, “la Palabra estaba en el mundo pero el mundo no la conoció”,
si algunos nos rechazan o persiguen, eso mismo le ocurrió a la Palabra en su
propia casa, “Vino a los suyos y los suyos lo la recibieron”, pero las
tinieblas no pudieron con la luz que ella traía. Eso nos da esperanza, y aún
más la parte final del prólogo: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre
nosotros”. No estamos solos. Tenemos al mejor aliado, les decía, al mismo
Dios que asume nuestra fragilidad en un pequeño para que cada uno de lo
mejor que lleva dentro al servicio de todos.
Cuando terminamos la misa del Gallo, que como os he dicho presidió mi
compañero Mauro, tomamos un caldo calentito y un trozo de pan. De la misa
a la mesa. Luego repartimos algunos regalos a los niños. Sus rostros se
iluminaron con la ilusión de la inocencia y me parecieron verdaderos “Ángeles
de la corte celestial”: Gloria a Dios en la tierra y paz a los hombres de
buena voluntad.
Y así, con sencillez, dimos la bienvenida al Pequeño que nos trae alegría,
esperanza y fuerzas para caminar y construir su reino. Y poco más. Este es
un país musulmán. Los cristianos no somos muchos, pero aspiramos a ser
testigos en esta tierra del que se ha hecho carne, historia, locura de amor
por nosotros. Felicidades nuevamente.
Niamey 26-12-2013.
Fraternalmente, Paco Bautista , sma.
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